Hay una cuestión que a muchos se nos dificulta: se trata de saber decir NO; facilísimo para unos, jodidísimo para otros.
Yo, sinceramente, era la persona con menos carácter en el planeta tierra, y digo “era” porque con el tiempo he mejorado en el tema (aunque aún me falta bastante por trabajar). Esta falta de carácter me llevó, y aún me lleva, a lugares o situaciones en los que jamás me debí meter. No sé si les ha pasado, pero hay momentos en la vida en los que uno se pregunta: “¿Cómo carajos terminé metido en este embale?”. ¡Juemadre! Es que todo se hubiera evitado con un NO, un simple, complejo y jodido NO, ENE O. “Pero bueno, ya qué”, terminamos repitiéndonos a nosotros mismos para apaciguar la frustración.
En la mayoría de las situaciones en las que acabé metido en problemas por falta de carácter, la única manera de salir con vida fue con la verdad. Hablarle a la gente con la que me comprometí, con plena franqueza y humildad, me aseguró en todos los casos una solución saludable para ambas partes. Pero espere, ¿entonces por qué no lo hizo desde el principio? ¿No hice qué? Hablarles con la verdad. Mano, porque muchas veces somos demasiado tontos. No sé por qué carajos nos da pena decirle que NO a la gente, siendo que esa palabra tiene mucho más mérito que el “SÍ”. No, en eso difiero con usted. ¿Y por qué? Porque en el mundo el “SÍ” está asociado a lo bueno, al avance, al “Sí, acepto” de la novia con su blanco vestido, al verde del semáforo, al “sí, te lo compro” del papá con su hijo en el centro comercial, y a muchas más situaciones que ponen al “Sí” por encima del “NO” en términos de bondad y mérito.
A ver mano, déjeme le explico. Puede que el “Sí” esté cargado de muy buenas intenciones, porque siempre que aceptamos algo, lo hacemos pensando en que nos saldrá de la mejor manera. Pero la realidad es muy diferente, la realidad es que el mundo no se creó con buenas intenciones; el mundo se creó con sabiduría y poder, y como bien sabrá, la sabiduría nos invita a revisar qué tan inteligente y acertada será nuestra decisión. La sabiduría nos invita a pensar, a revisar los antecedentes y a sernos sinceros a nosotros mismos. Mejor dicho, en un principio ese “Sí” puede parecer muy noble, pero quizá en el fondo esté cargado de vanidad, necedad, capricho y otras intenciones ocultas que no nos traerán nada bueno, entonces, careciendo de honestidad y sabiduría, nuestro “SÍ” no solo nos acabará afectando a nosotros, sino a la otra parte metida en el compromiso. Y con esto no quiero decir que vivamos la vida diciéndole “NO” a todo el mundo, porque no tenemos espíritu de temor, sino que, cuando vayamos a decir que “SÍ”, sepamos que esta decisión tendrá que ser de bendición para nuestra vida, no solo en el momento, sino para siempre.
Le voy a poner un par de ejemplos en los que tomé buenas y malas decisiones:
Comencemos por las malas. Antes de conocer a mi amor verdadero, nada entendía de amor propio, por ende, vivía la vida buscando cálidos refugios en forma de mujer. Eran refugios momentáneos, porque con ninguna me visualizaba teniendo familia y viviendo para siempre. Aunque bueno, con algunas sí que lo hacía, pero entonces eran ellas las que solo querían estar un ratico a ver qué pasaba. ¿Y el resultado de este chistoso juego que antes jugaba? El resultado, casi siempre, era desgastantemente nulo. Comenzábamos algo con las mejores intenciones, o bueno, creyendo que eran las mejores intenciones, y al final todo terminaba en nada. Adiós, fue un placer.
Por años me moví bajo esta misma dinámica, desgastando mi corazón, de relación en relación, hasta el punto en el que acabé sin sentimientos. Mi corazón pasó de ser un enamoradizo y romántico pedazo de carne, a un bloque de piedra congelada, sin esperanza alguna de encontrar ese utópico amor del que algunos hablaban.
¿Y dónde entra aquí el saber decir que “NO? Pues que hoy, luego de conocer al AMOR de mi vida (Dios), y de experimentar física, emocional y mentalmente su cuidado, sí que he ejercitado mi voluntad con la palabra “NO”. O sea, teniendo claro cuánto valgo, cuán grande es mi propósito y cuán importante la mujer con la que lo habré de cumplir, un “SÍ” únicamente saldrá de mi boca en el momento en el que esté completamente seguro de que ella es la mujer que Dios me dice que es. ¿Y cómo lo sabré? Pues mano, porque Dios me lo va a confirmar. La cosa es sencilla; cuando se tiene una relación cercana con Papá, su voz se hace un poco más fácil de escuchar, sobre todo si se trata de una decisión tan importante como esta; en ese tipo de casos sí que está pendiente. Pero espere, antes de que ese momento llegue, Él querrá probar nuestra confianza en su voluntad, por esa razón vendrán muchas mujeres, aparentemente perfectas para nuestro propósito, a afinarnos el discernimiento espiritual. ¿Difícil? ¡NAH! Divertido. La Palabra dice que Dios no nos pone ninguna prueba de cual no tengamos salida, sino que, por lo contrario, está con nosotros, llevándonos de la mano mientras nos fortalecemos en carácter, sabiduría, dominio propio e inteligencia. Mejor dicho, este tipo de pruebas formarán un varón, o una mujer, capaz de sostener un hogar que impacte cientos, miles, o millones de vidas alrededor del mundo. ¡Difícil tarea esta! Sí. Pero por eso Dios nos pasa por esta amorosa formación.
Moraleja: no confíe en su propia opinión, porque aunque al principio las cosas parezcan muy bonitas, si Dios no está ahí, lo más probable es que todo acabe mal.
Ahora les voy a contar las buenas decisiones: hace un tiempo era una persona que le decía que sí a todo el mundo. ¿Por qué? Porque me daba pena decirles que no; me daba pena decepcionarlos. Debido a esto, en muchísimas ocasiones acabé metido en líos, desesperado y padeciendo por no cumplir con lo que había prometido. Le dije que “SÍ” a todos estos compromisos por inseguridad, por pensar en lo que los otros pensarían de mí. Tenía en mi imaginario que alguien que respondiera con un “NO” era una persona mala clase, grosera y odiosa. Pero no, no es así, alguien que sabe decir “NO” en situaciones que lo ameritan, sobre todo si es por el bien común, al final, cuando el nudo de la historia se desenlaza, siempre acaba con su nombre limpio y con su frente en alto.
¿Y para los que ya hemos tomado malas decisiones?
No importa. No existe situación alguna que sea más grande que el poder y el perdón de Dios. Además, en su modus operandi, cuando se le conoce a través de su Palabra, nos encontraremos con que tiene cierta predilección por los que la embarramos, con los imperfectos, viles y menospreciados. Así que no se preocupe, porque todo lo que en algún momento fue para perdición, al final acabará siendo de bendición.
Bueno, muchísimas gracias por estas aclaraciones, mano. Me voy a dormir más tranquilo. Aunque espere, ¿será que le puedo hacer la última pregunta? ¡Obvio! ¡Hágale! ¿Cómo sabemos cuándo estamos tomando la decisión correcta? Bueno, pille, así lo hago yo. Si algo me aleja de Dios, no es una decisión correcta. Si tengo intranquilidad en mi corazón, no es una decisión correcta. El Señor siempre pone tranquilidad en nuestro corazón cuando se trata de una decisión correcta y, además, lo confirma a través de su Palabra. Mano, si usted creyó que la Biblia era un libro pa dejarlo abierto en la entrada de la casa, ESTÁ JODIDO. Léalo, porque con Dios funciona como un Walkie Talkie.
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